capital, donde nacerían circuitos de encuentro (también musical) entre los inmigrantes serranos.
Los ritmos cumbieros que llegaron a Lima a finales de los 60 entraron en contacto con el tradicional sonido huayno proveniente de las montañas, dando lugar a la “cumbia tropical andina”. Nacieron así grupos como “Los Destellos”, que adicionaban riffs psicodélicos de guitarra, sintetizadores, congas y órganos farfisa a las celebradas melodías andinas y tropicales. La frescura y transgresión de sus ideas pueden observarse en esta mágica adaptación del “Para Elisa” de Beethoven.
Esta flamante sonoridad expresaba nuevas vivencias y sentimientos, las de un pueblo cholo que buscaba hacer hueco a su identidad en una sociedad especialmente centralista. A mediados de los 70 surgió la banda “Los Shapis”, que empezaron a cantar a la vida social del país, al héroe anónimo de la calle, conectando aún más con las clases populares, institucionalizando un nuevo estilo de masas. Lo que nació como un fenómeno rápidamente se había convertido en un movimiento, interesando a sociólogos y antropólogos de todo el mundo.
Dicha corriente la siguió Chacalón, “el Faraón de la cumbia”, un héroe de masas que llenaba estadios y que congregó a más de 50.000 chicheros el día de su entierro. Él nos dejó este “Muchachito provinciano” que bien recoge el sentir de un pueblo serrano tan esforzado en abrirse paso.
“Soy muchacho provinciano
Me levanto muy temprano
Para ir con mis hermanos, ay ay, a trabajar
No tengo padre ni madre
Ni perro que a mí me ladre
Solo tengo la esperanza, ay ay, de progresar
Busco una nueva vida en esta ciudad
donde todo es dinero y es maldad
con la ayuda de Dios sé que triunfaré
y junto a ti mi amor feliz seré, oh-oh-oh-oh,
feliz seré, oh-oh-oh-oh”
El excesivo frenesí chacalonero, con descomunales peleas acaecidas en sus conciertos, acabó haciendo que el término chicha perdiese prestigio. Hoy en día se habla de ella como un fenómeno suburbano propio de desclasados y parias, algo ruidoso y marginal, nada más lejos de la realidad.
La chicha es un estilo musical que ha trascendido tiempo y fronteras, llegando su auge de popularidad a rebufo de la ola cumbianchera que asoló el planeta este último lustro. Gran parte de la culpa la tiene Olivier Conan, antropólogo musical y líder de la banda neoyorquina Chicha Libre, que ha jugado un papel fundamental en el rescate del estilo peruano.
La chicha, que originalmente era un aguardiente de maíz fermentado elaborado por los incas, como música es tanto o más pegajosa que el sagrado brebaje. Olivier paseaba por Lima cuando oyó esta especie de cumbia psicodélica en el transistor de un vendedor ambulante, quedando hipnotizado por sus melodías. Tras el flechazo y durante un par de años realizó una exhaustiva búsqueda de grupos, libros, permisos y discos que culminaron con la publicación de la compilación “The Roots of Chicha“ (de obligada escucha).
El disco, que vio la luz en 2007, tuvo un gran impacto en la escena musical neoyorquina, sacando a la chicha de la marginación asociada a las clases bajas del Perú y colocándola en los escaparates más cool del mercado de tendencias. Como recomendables por encima del resto se aconsejan los clásicos del sónido amazónico de Juaneco y su Combo y los Mirlos.
En 2008 y al rebufo del éxito de “The Roots of Chicha”, Conan hizo debutar la banda “Chicha Libre“. Con una combinación de temas tradicionales y otras tantas adaptaciones tropicales de composiciones clásicas consiguieron hacerse un referente dentro del “world music”. También los peruanos Cumbia All Stars y los norteamericanos Chicha Dust, entre otros,han seguido esta estela de revitalización de la chicha, consiguiendo aflojar las rodillas del personal en pistas del mundo entero.
https://www.youtube.com/watch?v=bf1xpE5Yi0k&feature=youtu.be